Dado el celo que debe caracterizarla y según el espíritu propio de la Congregación, hay además dos fines particulares:
En primer lugar el desagravio a la Divina Justicia: los miembros se ofrecerán como almas víctimas para expiar y reparar por todos los pecados del mundo. Cada una debe compenetrarse en qué consiste ser verdadera alma víctima – imitadora fiel de las virtudes con que nos da ejemplo Jesús – sobre todo en la caridad e inmolación de su Corazón, oculto en la Sagrada Eucaristía.
El otro fin será colaborar con la Santa Iglesia en la reconstrucción de la fe y de la moral en la sociedad y procurar la unificación de las almas dentro del espíritu católico.