El nombre propio de la Congregación expresa ser la rama más nueva, y quizás la última del árbol fecundo de las Seráficas, cuya semilla es el glorioso Padre nuestro San Francisco de Asís. Por esta razón se nos manda conservar el espíritu de pequeñez, humildad y pobreza que debe resplandecer como tinte característico, a imitación de nuestro Santo Padre, que se gloriaba en llamarse: “pequeñuelo”.
Después de poner de manifiesto que es una Orden pequeña como el granito de mostaza del Evangelio y pobre por la virtud del despojo total, ella y sus hijas nos apellidamos con el título: “del Perpetuo Socorro” para significarnos como hijas de esta buena Madre de Dios, a quien tomamos como Patrona bajo esta dulcísima y consoladora advocación.